Los niños con autismo no aprenden
natural y espontáneamente en ambientes típicos como lo hacen los demás niños.
Entonces, se intenta construirles comportamientos socialmente útiles,
trabajando también para reducir los problemáticos.
El método ABA, que se basa en
principios científicos del comportamiento, reside básicamente en la división de
tareas -aún complejas y/o abstractas tales como el lenguaje comunicativo-, en
una serie de pasos jerárquicos; cada uno de los cuales prepara el camino para
el próximo.
Enseñando a través de esfuerzos
separados, terapeutas y padres trabajan en forma combinada para crear un medio
ambiente estructurado, con actividades planificadas y una forma coherente de
aprendizaje.
El autismo es visto como una
asignatura extraordinaria por los científicos. Desde que fuera enunciado hace
50 años por el psiquiatra norteamericano Leo Kanner, se ha constituido en uno
de los principales enigmas de la ciencia médica.
Cuando el diagnóstico de autismo
entra en una familia, es visto como una tragedia que cambiará sus vidas para
siempre, una suerte de desgracia que sucede cuando nadie la está esperando.
El autismo es una desorganización
neurológica de origen genético, cuyo desarrollo se perfila en los primeros años
de vida y, como afirma Riviere, el proceso de reorganización subjetiva que
tiene lugar entre los 9 y 18 meses, se ve limitado o impedido por estos
factores biológicos. Es generalmente diagnosticado entre los 24 y los 36 meses
de edad, aunque posiblemente su aparición comienza desde el momento del
nacimiento.
El autismo es uno de los cinco
trastornos profundos del desarrollo descriptos en el DSM-IV, junto con:
- Desorden desintegrativo de la
niñez.
- Síndrome de Asperger.
- Síndrome de Rett.
- Otros trastornos profundos del
desarrollo no especificados.
El síndrome autista se conoce por
sus síntomas, pero hasta el momento no se ha podido descubrir una causa común
originaria de éstos. El desorden autista cumplimenta las características en una
tríada que implica:
- Déficits en el uso y/o
desarrollo del lenguaje.
- Déficits en la interacción
social recíproca.
- Actividades e intereses
restrictivos y/o estereotipados.
Este síndrome se caracteriza por
anormalidades en la interacción social, desarrollo del lenguaje dificultoso o
alterado e intereses recíprocos y repetitivos (Sigstad, 2003).
Tratamientos para el autismo
Si bien estamos viviendo
profundas transformaciones al respecto, aún existen médicos que se resisten al
diagnóstico de autismo y prefieren referirse a “psicosis”, etiqueta que puede
durar por mucho tiempo y confundir el tratamiento a seguir.
Después del diagnóstico, la
búsqueda de asistencia comienza. Las familias sienten una entendible urgencia
por obtener un tratamiento para su niño lo más rápido posible, y son pocas las
obras sociales que están preparadas para la derivación de un niño con autismo a
una institución para intervención temprana o tratamientos domiciliarios.
Cuando los padres buscan
información sobre los tratamientos disponibles, recopilan una larga lista.
Algunos, dicen, producen milagrosos resultados en una noche (o quizás menos)
con muy poco esfuerzo o gasto. Otros reportan que benefician a la gran mayoría,
si no a todas las personas con autismo. Por estas afirmaciones, un momento de
reflexión puede ser todo lo que se necesite para saber cuáles de estos podrían
ser reales y cuáles no.
Ciencia, pseudociencia y
anticiencia
Cuando los padres buscan un
tratamiento efectivo para el autismo, suelen recurrir a distintas fuentes. Las
principales hoy en día son las provenientes de los médicos de cabecera,
Internet (páginas web y listas de correos) y personas influyentes del entorno
familiar. Estas pueden agruparse en tres categorías: ciencia, pseudociencia y
anticiencia.
La ciencia se apoya en la
observación directa objetiva y la medida del fenómeno; procedimientos para
describir lo observado y comprobaciones realizadas por individuos que trabajan
en forma independiente uno del otro.
La pseudociencia trata fenómenos
que no tienen nada que ver con lo científico. Creencias que no están basadas en
hechos objetivos son “disfrazadas” para hacerlas parecer científicas.
Anticiencia es el total rechazo
de los métodos de la ciencia para producir conocimientos válidos. En la
anticiencia extrema no hay datos objetivos. Anticiencia y pseudociencia se han
extendido en el mundo occidental moderno.
Muchas terapias que están siendo
promocionadas para el autismo son pseudo y aún anticientíficas. Se dice que
producen éxitos rápidamente, cuestan mucho y, quien gasta dinero, tiende a
pensar en la efectividad de su inversión. Está convencido de la misma y
generalmente se convierte -por lo menos por un tiempo- en un promotor de la
misma. Aquí algunos ejemplos que todos conocemos y que el Lic. Jorge Campo
(2002) se encargó de clasificar:
Terapias hormonales.
- Inmunoterapia.- Terapia
musical.- Antifúngica o antimicótica.- Entrenamiento vestíbulo-cerebelo.-
Terapia de colores.- Entrenamiento neuromotor.- Oxigenadores cerebrales.
- Terapia de integración auditiva
(Metodo Berard).- Entrenamiento escucha (Método Tomatis).
- Comunicación facilitada
(Croosney).- Secretina Intravenosa.- Trepanación Craneal Electiva.
- Dieta de Feingold.- Terapia
Ortomolecular.- Megavitaminas.-Aminoácidos cerebrales.
- Enzimoterapia.- Terapia
antialérgica.- Terapia de Tacto (Touch Therapy).
LA PSICOLOGÍA DINÁMICA
El modelo médico, en el que los
gérmenes, virus, lesiones y otros trastornos generan los síntomas del organismo
de un ser humano normal, implicó un gran avance en el campo de la medicina del
siglo XIX (Martin y Pear, 1998).
De acuerdo con este modelo, los
problemas observados en salud (dolores, mareos, fiebre, etc.) devienen de
síntomas causados por condiciones presentes, pero no observables. Según Gare y
Pear (1998), el Dr. Freud -médico al fin- desarrolló una teoría (psicoanálisis)
también conocida como el “modelo médico de explicar conductas anormales” y
defendió que ya no era importante tratar la conducta manifiesta (síntoma) como
sí la causa oculta, la que sólo desaparece mediante un ritual compulsivo.
Sin entrar a juzgar esta teoría,
ni si es posible encontrar causas que originan las conductas, los expertos en
modificación de conductas sostenemos que existe siempre una consecuencia
(refuerzo o castigo) que hace que determinados comportamientos problemáticos se
repitan con mayor frecuencia y persistan.
La hipótesis elaborada por
Abraham e incorporada a la teoría dinámica por Freud, es que la persona pasa
por distintas etapas y, si atraviesa bien todas, se convierte en un adulto
normal, en tanto, según Alberto y Troutman (1990), surgen los problemas cuando
el individuo se queda fijado en una de estas etapas.
Por mucho tiempo reinó en el
mundo científico la teoría de que la causa del autismo eran las denominadas
“madres freezer” (Bruno Bettelheim, 1967) y se denostó a las terapias de
modificación de conductas, acusando a quienes las aplicaban de “destrozar la
humanidad de los pacientes tratándolos como perros Pavlovianos”, comparando los
estudios de la conducta con los procedimientos de la lobotomía (Bruno
Bettelheim, 1967).
El Método ABA
ABA son las siglas de “Applied
Behavioral Analysis” (Análisis Conductual Aplicado) o, indistintamente, Método
de Modificación de Conductas. Tiene su origen cientifico en Thorndike, en los
estudios que comenzaron en 1913 sobre aprendizaje por “causa y efecto” en los
Estados Unidos, que continuó luego el filosofo ruso Iván Pavlov, en 1927 con
sus famosos experimentos en perros. Otro antecedente lo encontramos en John B.
Watson y el aprendizaje en niños y en Burrhus Frederic Skinner, quien realizó
valiosas aportaciones de investigaciones individuales sobre “programas de
reforzamiento” en la década de los ‘50 (1950-1954).
La razón por la cual la
modificación de conducta no se utilizó anteriormente en niños con autismo es
simple, como sostiene Rimblad (1998): el abrumador y dominante dogma de que los
niños con autismo eran jóvenes normales que eludían el contacto humano debido a
supuestos malos manejos psicológicos de parte de madres frías.
Ellos eran vistos como
emocionalmente perturbados y con necesidad directa de psicoterapia y
reaseguros, si es que se recuperaban. Las dos únicas opciones de tratamiento
eran la psicoterapia y las drogas. La evidencia científica demostró que esta
fórmula era y es inútil, contraproducente y en el último de los casos, muy
perjudicial.
Los pioneros en la articulación
de la terapia conductual en las personas con autismo fueron los propios padres,
cansados de ser acusados de no haber tenido sentimientos afectuosos, de haber
despreciado a sus hijos con autismo y de
ser sometidos a todo tipo de humillaciones. Ellos lograron demostrar que esos
dichos carecían de evidencia científica y entonces se comenzó a sospechar del
origen genético del trastorno.
En unos pocos años y en todo el
mundo, la modificación de conducta se impuso a la psicoterapia como el
tratamiento elegido para niños con autismo.
“La esperanza remplazó a la culpa
y los padres -con energía- presionaron al Congreso a mediados de los años
setenta, a fin de obligar que el sistema público de educación atendiera la
educación de los niños con autismo. Anteriormente, en la mayoría de los
Estados, eran excluidos por el hecho de considerárselo un tema de psiquiatría,
no educacional” (Rimblad, 1998).
La modificación de conductas,
señala Rimblad, fue inicialmente un rudo sistema, parecido más bien al
entrenamiento de animales, a través del sistema de premios y castigos.
Evolucionó en los últimos 25 años hacia un sistema pedagógico altamente
refinado y efectivo.
Maurice (1996) especifica que el
método reside básicamente en la división de tareas -aún complejas y/o
abstractas tales como el lenguaje comunicativo-, en una serie de pasos
jerárquicos; cada uno de los cuales prepara el camino para el próximo.
Enseñando a través de esfuerzos separados, terapeutas y padres trabajan en
forma combinada para crear un medio ambiente estructurado, con actividades
planificadas y una forma coherente de aprendizaje. El niño es premiado por la
superación de cada pequeño paso. Gradualmente los niños descubren no sólo las
porciones separadas de lo que les es enseñado, sino la integración.
Lovaas (2000) afirma que el ABA
emplea métodos que se basan en principios científicos del comportamiento: los
niños con autismo no aprenden natural y espontáneamente en ambientes típicos,
como lo hacen los demás niños. Entonces, se intenta construirles
comportamientos socialmente útiles, trabajando también para reducir los
problemáticos.
Lis Aragona (2003) ha expuesto
que cada habilidad que el niño no tiene (como por ejemplo imitar, hablar, etc.)
se divide en pequeños pasos. Cada paso es una unidad mensurable y especifica
del comportamiento que se quiere conseguir. Se trabaja siempre con pequeños objetivos
a lograr, para llegar a conseguir aquello que queremos que el niño aprenda.
“Me gustaría continuar
entendiendo la situación de indefensión que pueden sentir los familiares de un
niño con un problema de TGD, advirtiendo de que se pueden encontrar numerosos
‘cantos de sirena’ en su peregrinar en busca del tratamiento más adecuado. Lo
que me atrevo a recomendar a aquellos con un problema de estas características,
es que se conviertan en investigadores y que escruten cada terapia que se les
proponga ‘con lupa’. Que se informen, que estudien y que se acerquen a cada
terapia con ojos críticos. También al tratamiento ABA, por supuesto. A este
primero, porque es el que más promete, pero también el que más exige”. José
María San Román “Chema”, (2003).
La enorme evolución del método
ABA, como sostienen Gare y Pear (1998), se ha expandido de tal forma en todo el
mundo desarrollado como sus áreas de aplicación, y según Mariah Spanglet, la
Modificación de Conductas es en todo el mundo, el más exitoso tratamiento del
autismo por tres razones:
1. Ha demostrado ser efectivo en
gran variedad de sitios, desde hospitales psiquiátricos, escuelas y en las
actividades de la comunidad en general.
2. Se ha venido dando
gradualmente un “desencanto” por los programas educativos existentes y sistemas
tradicionales.
3. Ha demostrado, con el elemento
más importante que caracteriza a la terapia conductual: la objetividad, la
posibilidad de ser replicada, lo que le otorga confiabilidad y validez.
La tendencia en la modificación
de conductas está dirigida hacia controles positivos de la conducta, pero
debido a que muchos profesionales hacen mal uso de las técnicas, faltando a los
códigos éticos y legales a los que tiene derecho el paciente, se tiene -a
veces- un concepto distorsionado de la
Terapia Conductual.
El Método ABA realiza una
evaluación comportamental, obteniendo una descripción del comportamiento
problemático (Análisis Funcional de la Conducta). Sobre la más detallada
descripción de esa conducta, se observan los posibles refuerzos que hacen que
dicha conducta se repita -consecuente-, que están en el medio ambiente. Con el
adecuado manejo de los mismos, se procede a realizar la intervención
comportamental, que irá disminuyendo la frecuencia en que se produce la
conducta problema, hasta desaparecer por completo. Las técnicas se aplican
también para favorecer conductas positivas y otros aprendizajes.
En los últimos años la
modificación de conducta ha tenido una aceptación y crecimiento gigantesco, en
parte gracias al trabajo del Dr. Ivar Lovaas, investigador americano nacido en
Noruega. Lovaas se encuentra desde el comienzo mismo de su trabajo, en el
centro de esta orientación junto a miles de científicos en todo el mundo. Este
es un ejemplo de la evolución que experimentan las teorías cuando son aplicadas
a la realidad.